Una de las principales preocupaciones ahora que estamos encerrados en casa, es la alimentación. Algunos están acostumbrados a comer fuera, otros preparan su propia comida y la llevan al trabajo, pero esta interrupción de la rutina puede traer ciertos problemas. En este artículo, abordaremos algunos de ellos y explicaremos de qué manera podemos prevenirlos o solucionarlos.
El mayor enemigo es comer por ansiedad
De seguro has visto series donde alguien estresado o ansioso devora un litro de helado o una enorme bolsa de papitas, para luego sentirse peor. Entonces, debemos encontrar cómo liberar la tensión acumulada de una forma sana, y no hay nada como la actividad física. Ya debes estar cansado de escucharlo, pero el ejercicio no solo quema calorías, también nos da energía, ayuda a dormir y eleva el estado de ánimo. YouTube tiene cientos de canales con rutinas totalmente gratis que puedes hacer en casa. Además, en Instagram hay algunos expertos en yoga que están dictando clases por streaming, como Yoga By Jimena. ¡Así que aprovecha!
No confundas la sed con el hambre
Si bien no es necesario tomar 8 vasos de agua al día, sí es importante estar siempre hidratados. Una costumbre dañina, pero muy común, es confundir la sed con hambre. Al hacerlo, solo obtenemos un exceso de calorías, además de cansancio o dolor de cabeza: Nuestro cerebro necesita de agua para que la sangre circule bien y oxigene el tejido neuronal. He aquí el tip: cuando creas que tienes hambre fuera de “tus horas”, toma un vaso de agua. Luego de unos 15 minutos, es probable que esa necesidad por comer haya desaparecido, y sepas que solo tenías sed.
Elige bien cómo hidratarte
Acostúmbrate a andar con una botella de agua y tomar aunque sea un sorbo cada 30 minutos. Poco a poco tu cuerpo empezará a pedirte líquidos más seguido. También puedes hidratarte con infusiones como manzanilla, anís o hierba luisa (eso sí, sin azúcar) y con frutas como fresas, sandía, naranja, melón y papaya (siempre en trozos, nunca en jugo). Huelga decir que ni las gaseosas ni los jugos envasados son buenas opciones por su alto contenido en azúcar. Por otro lado, cuando despertamos, estamos deshidratados, así que toma agua apenas abras los ojos. Si bien el café tiene muchos beneficios, es un diurético, así que disfrútalo solo luego de haberte hidratado.
Cuidado con la sal
Sí, hidratarnos es fundamental, pero también lo es eliminar el exceso de líquido. El 50-60% del peso de un adulto es agua, pero si supera ese porcentaje, puede acumularse y generar hinchazón. Para evitar esto, tu ingesta diaria de sodio no debe superar más de 2300 mg al día. El sodio no solo está en la sal con la que sazonas tu comida, también abunda en alimentos enlatados, queso, embutidos y sopas instantáneas. Para estar seguros, reduce el consumo de los productos mencionados e intenta darle sabor a tu comida con hierbas y especias, para que uses lo mínimo de sal.
La fibra, silenciosa heroína
La fibra alimentaria es la parte comestible de las plantas que no es digerida completamente y tiene dos tipos, soluble e insoluble. El primero capta mucha agua y se fermenta fácilmente, con lo que aumenta la flora bacteriana. Además, disminuye la absorción de grasas y azúcares, y por ende ayuda a regular los niveles de colesterol y glucosa. La fibra insoluble retiene poca agua, pero actúa como un cepillo que limpia las paredes intestinales. ¿Dónde encontrarla? Soluble: arvejas, avena, centeno, alcachofa, chía, higo, palta, ciruela, cebolla, brócoli, camote, linaza y almendras. Insoluble: cereales integrales, frejoles, vainitas, coliflor, zapallo italiano, apio, nueces, salvado de trigo y avena y cáscara de papa, uva y kiwi.
En este primer artículo abordamos algunas cosas que sí o sí debemos tomar en cuenta si queremos a empezar a tener una mejor alimentación. Una vez que entendamos estos procesos biológicos fundamentales, es más sencillo elegir los ingredientes y aprender a combinarlos para aprovechar todos sus beneficios. ¡No dejes de leer la segunda parte!