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Patrón Leal: La realidad peruana a través de Shakespeare
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Una gigantesca hacienda en la sierra del Perú es el escenario donde un anciano autoritario y poderoso decide heredarle a sus tres hijas la propiedad, llena de decenas de indígenas sometidos a las órdenes de su patrón. Así empieza Patrón Leal, la adaptación de El Rey Lear, de William Shakespeare, dirigida por Jorge Villanueva y escrita por Alfonso Santiestevan. A continuación, te contamos nuestras impresiones luego de ver esta obra, que seguirá en el Teatro del CCPUCP hasta el 9 de diciembre.
“Hace tiempo que Luis Peirano tenía la idea de hacer una visión peruana de Rey Lear pero con un hacendado en lugar de un rey”, dijo Alfonso Santiestevan. “Este es un proyecto de casi 2 años para el que Jorge Villanueva y yo estudiamos mucho y decidimos situar la obra en la década de 1920 por dos razones: para estar más lejos de lo contemporáneo e ir más atrás que la época de la Reforma Agraria y también para mostrar el origen de esta burguesía moderna cosmopolita, representada por las hijas del Patrón”.
Aquí, en lugar de un Rey Lear, hay un Patrón Leal (interpretado por Luis Peirano), orgulloso gamonal dueño de La Patriota, un inmenso terreno rico en cultivos y minerales, quien a sus 80 años decide jubilarse. Sus hijas mayores, Beatriz (Urpi Gibbons) y Eugenia (Katiuska Valencia), son las Goneril y Regan de la obra original, tan ambiciosas que le hacen creer al padre que lo aman, cuando lo que desean es su herencia.
Cordelia (Karina Jordán), la hija menor, es la única que conoce los pormenores del trabajo en la hacienda y es consciente de la explotación y humillación de los indígenas que viven en ella. Sin embargo, al no escuchar las empalagosas adulaciones que esperaba, Leal la acusa de no quererlo, y la expulsa de su vida. Ella es defendida por Sulca (Pold Gastello), el noble alcalde que sirve fielmente a Leal, pero también es desterrado, tal como Kent, su contraparte original.
Por otro lado, el capataz de La Patriota es Justo (Alfonso Santiestevan), el Gloucester de esta versión, padre de dos hijos. Manuel (Renato Rueda) es su legítimo heredero, ilustrado y noble, mientras que Edmundo (Marcello Rivera), harto de ser discriminado y subestimado por ser bastardo, urde un plan para usurpar el lugar de su hermano. El destino de Justo es paralelo al de Leal, dos padres que, cegados por su orgullo, reaccionan impulsivamente, sin darse el tiempo de escuchar ni mucho menos pensar en las consecuencias.
Leal decide vivir temporalmente con Beatriz, pero rápidamente se da cuenta de que su hija le impondrá condiciones que él considera inaceptables. El anciano está acostumbrado a estar rodeado de un séquito de sirvientes e interesados lamebotas, cuyas costumbres repugnan a sus refinadas hijas mayores. Mientras tanto, ella, Eugenia y Edmundo dan curso a una serie de artimañas para deshacerse de su padre, vender sus partes de la hacienda y volver a sus hogares en Europa junto a sus maridos.
El Patrón, cada vez más abandonado y demente, solo encuentra apoyo en Justo y en un anónimo indígena que se pone a su servicio, quien no es otro que el fiel Sulca, decidido a protegerlo y a hacerlo entrar en razón en un contexto cada vez más violento y peligroso. Porque lo que empezó como una repartición de bienes pronto se convierte en una sangrienta guerra donde las vidas de unos valen mucho, pero las de otros valen muy poco, y donde la justicia solo existe para quien pueda pagar por ella. No hay lugar para la igualdad y los derechos humanos, sino mucho racismo y violencia hacia aquellos que desafían el status quo.
Y ese status quo no se podría mantener sin el apoyo de cómplices como Edmundo, quien solo quiere invertir el sistema para su propio beneficio, pero no el de los otros discriminados y oprimidos. Su hermano Manuel (Edgar en la obra original), formado en la capital con ideales liberales, es calumniado y obligado a huir de la hacienda, y adopta el patético disfraz de un pobre campesino desfigurado por la uta para sobrevivir. En palabras de quien lo interpreta, Renato Rueda, “el reto de Manuel es que se transforma, pero no es otros personajes, es él mismo haciéndose pasar por alguien más. Él no ha perdido la cordura, y eso se ve cuando accidentalmente baja la guardia y revela elementos de su verdadera identidad. Su objetivo es pasar desapercibido y seguir procesando lo que ve afuera como Manuel, y eso es lo interesante y difícil del personaje”.
Patrón Leal recrea la trama original escena por escena y los personajes son los mismos, solo que con otros nombres. La única excepción es Javier, el pretendiente y luego esposo de Cordelia, personaje creado para reemplazar al rey de Francia. “Lo que más me gusta de Javier es el sentido de igualdad y justicia que tiene con los indígenas”, dice Gabriel González, el actor que lo encarna. “Él tiene una idea de modernización muy diferente a la del Patrón, y es ahí donde entra el conflicto, porque es alguien súper idealista, honesto y consecuente con lo que sueña”. Es por esa razón que Javier y Cordelia luchan para darle un trato justo y digno a los indígenas que habitan sus tierras, y posteriormente lideran a un grupo de campesinos para encontrar y rescatar a Leal.
“Lo más complicado y más rico del proceso de adaptación fue lograr que el lenguaje le sonara a un público peruano, en lugar de ser distante o pomposo”, continuó Alfonso Santiestevan. “Queríamos que la trama se pueda reconocer como parte de tu cultura, de tu historia”. Patrón Leal logra hacerlo con creces, pues el Perú está en el castellano andino de personajes como Sulca y Yanqa (el equivalente al Bufón, interpretado por Ricardo Bromley), en las canciones que este último canta borracho, en las invocaciones a los apus, en la riqueza de las tierras de La Patriota, en los aires de alcurnia y grandeza de Beatriz y Eugenia y en los imperiosos “¿tú sabes quién soy yo?” y “¡yo soy el patrón!” de Leal.
El Perú también está en la reticencia de una aristocracia a adaptarse a los tiempos modernos y compartir sus privilegios, en el servilismo de aquellos oprimidos, en la cínica aceptación de que la política es un juego sucio pero necesario, y en la esperanza de muchos para que “lo que está abajo esté arriba”, tal como dicen las profecías del loco Yanqa. “Lo que hemos hecho llega a otros niveles, nos muestra nuestra historia, nuestra idiosincrasia. El pensamiento, las ideas que se discuten… Creo que todo eso está muy presente y el público lo reconoce, no solamente en cosas serias, sino también en el humor y los personajes populares. Hay mucho de eso, de lo que uno ve como propio”, dice Alfonso Santiestevan.
Han pasado 412 años desde el estreno de El Rey Lear, pero pocas son los textos cuya historia sea tan vigente en la actualidad. “El trabajo de Shakespeare sigue siendo potente. Lo que le pasa a sus personajes es absolutamente humano, conmovedor y extremo”, continúa. Es cierto, William Shakespeare muestra a la humanidad en conflicto consigo misma, y da tanto respuestas como crea nuevas interrogantes, en especial en esta adaptación. “La obra deja una pregunta abierta: ‘¿Qué es lo que hacemos después de este conflicto?'”, finaliza Santiestevan. Luego de ver Patrón Leal, concluimos que es tarea de cada uno hacer una profunda introspección y decidir qué hacer (o no) al respecto.
El resto del elenco de Patrón Leal está conformado por José Manuel Lázaro, Ricardo Velasquez, Carlos Mesta, Williams Quispe, Gabriel Soto, Jared Portocarrero y Klaus Herencia, y la música fue compuesta por Benjamín Bonilla. La obra va de jueves a lunes a las 8 p.m. (domingos 7 p.m.) hasta el 9 de diciembre en el Teatro CCPUCP.
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