“El tiempo que tenemos” te agarra desde el primer momento en que Almut (Florence Pugh) y Tobías (Andrew Garfield) cruzan miradas en ese encuentro inesperado que, sin saberlo, cambia sus vidas. La película está contada en fragmentos que muestran lo mejor y lo más duro del amor: desde enamorarse como si no hubiera un mañana, hasta construir un hogar y formar una familia. Pero, claro, la vida nunca es tan sencilla y hay una realidad que golpea los cimientos de todo lo que han construido.
Lo que hace que esta historia sea especial es la química entre Pugh y Garfield. Florence se luce como Almut, un personaje tan real que sientes cada sonrisa y cada lágrima como si fueran tuyas. Y Garfield, con su carisma y ese toque de vulnerabilidad, le da a Tobías una profundidad que lo hace imposible de olvidar.
La película logra capturar la esencia de lo que significa amar y luchar contra el tiempo. La trama no es solo un romance, sino una montaña rusa emocional. La dirección y la manera en que se nos presentan esos momentos fragmentados hacen que cada escena se sienta importante, como si el tiempo estuviera en pausa solo para que podamos apreciarlo todo.
El diseño visual es simplemente hermoso y la música te lleva directo al corazón de la historia, envolviéndote en la experiencia. No es una de esas películas que ves y olvidas. “El tiempo que tenemos” es un recordatorio de lo valioso que es vivir y amar con intensidad, porque al final, cada segundo cuenta.
Prepárate para reír, llorar y salir del cine con el pecho apretado y ganas de decirle a tus seres queridos cuánto los valoras. Este es el tipo de historia que te hace pensar en lo frágil y poderoso que puede ser el amor cuando lo único seguro es el paso del tiempo.