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Reflexiones de 40tena con Sandro Ventura

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El aislamiento ha hecho que Sandro Ventura adopte una adicción: comer mucho helado Sublime. Ha sido en ese sabor dulce que ha encontrado la gasolina necesaria para no dejar de trabajar desde su casa. Así se ha preocupado de mudar su rutina diaria al escritorio hogareño.

A las diez ya está escribiendo y en la tarde se la pasa editando su próxima película que agradece tener la mitad filmada. Eso si, confiesa que a su dinámica cotidiana le ha sumado una siesta por la tarde. Un nuevo rito que está seguro extrañará cuando todo regrese a la normalidad. Y si bien logra que su día pase con una rutina establecida admite que ha habido un par de noches que le ha sido complicado conciliar el sueño. Y es que ahí, cuándo está solo con la almohada y sin posibilidad de distraerse, concede que las dudas del futuro lo agolpan.

Sandro además de ser director cinematográfico, guionista y uno de los dueños de la productora Big Bang Films, es un gran cinéfilo. Así le es imposible, en esta coyuntura, no encontrar similitudes con el comportamiento de las personas en las cintas apocalípticas. Además, le ha sorprendido como algunos episodios cotidianos de este aislamiento, le han parecido dignos de convertirse en un corto. De todos ha sido la detención del recordado “Cachito” en el Malecón de Miraflores por pasear al can de la casa, lo que más lo ha impactado. Es más si mañana le tocará llevar esa historia a la pantalla no le parecía descabellado castear a Bruno Odar y Marisol Aguirre para los roles protagónicos.

Esta cuarentena la está viviendo junto a su novia Malú y con el afán de facilitar la convivencia ha decidido renunciar al control remoto de la tele. Este acto de desprendimiento ha originado que por estas horas se la pase viendo programas de reparaciones de casas, decoración de interiores y realitys de ventas inmobiliarias. Si bien, al inicio los veía con desgano, hoy acepta que ha encontrado cierto placer en ver cómo se convierte un chalet abandonado en la casa soñada de una familia norteamericana. Aún así, se las ha ingeniado para estar navegando por Netflix buscando series y películas desconocidas, en lenguajes más allá del inglés, que lo hagan navegar por otras realidades.

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Ni bien este aislamiento termine, Sandro tiene fijado volar al trabajo para retomar las grabaciones de su próxima película, “Mundo Gordo”, que pausaron cuando la amenaza del Covid-19 se convirtió realidad. Ya tiene claro el checklist de todo lo que se activará. Eso si, sabe que antes de llegar a Big Bang pasará por la casa de sus papás para abrazarlos. Luego, en aquella primera noche de libertad, ya tiene planeado ir al cine, a ver cualquier película que lo obligue internarse en esa experiencia de pantalla extra-large y olor de popcorn con mantequilla que lo sigue enamorando desde que tenía diez años.

Cada minuto, de ese primer día de libertad, no ha dejado de planificarlo al detalle como si fuera su próxima película. Todo mientras ha venido escuchando en demasía “Dancing with myself” a manera de soundtrack de encierro. Una canción que baila enérgicamente ya sea por la ilusión de salir pronto o el exceso de helado de chocolate.

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