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La “Parla Pura” también hace latir

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Academia y música se han besado desde comienzos de este año, un sábado al mes Bogotá ha sido la cómplice de contagiar con ese color propio de arte y cultura que tiene el centro de la ciudad, a citadinos y extranjeros, con conocimiento de causa o por “casualidad” han disfrutado de charlas instructivas e impresionantes shows del enriquecido crew musical independiente, que para sus cuatro primeras ediciones ha tenido mayor representación nacional con voces como Soy Emilia, Lika Nova y Jona Camacho; la apuesta es desdibujar las barreras de la industria musical y abrir literalmente las puertas de la casa para el deleite del que acepte la invitación.

Las mentes brillantes tras “Los latidos de la Casa” son Selina y Amuse, que en el camino han unido fuerzas con amigos expertos en otras tantas áreas; las estrategias de comunicación de Yagueri, y la cultura de compra online de Joinnus, que nos abre un panorama enorme y riquísimo a quienes seguíamos en los noventa haciendo filas y escapándonos del trabajo para conseguir las boletas, pero tranquilos, esta gente ha tomado lo mejor de ambos mundos, ahorrarte costos adicionales de producción y logística, de darte una herramienta real para ayudar al planeta pues en el evento presentas tu ticket desde el celular; muestra de la fuerza que tiene esta nueva y mejor manera de hacerlo, fue el SOLD OUT que tuvo días antes del evento la taquillera digital de origen peruano que ha creído y le ha apostado a la escena musical colombiana.

Para el Volumen Cuatro se unió la dulzura y contundencia de la voz de Pilar Cabrera, el rock joven pero añejado con 6 años de carrera por parte de Mad Tree, el estilito chimbita de Paquita Gallejo en los beat de intermedios, y el fuego con el que quemó la casa Rap Bang Club. Quienes por semanas esperamos el show parecimos ridículos a los ojos de extraños en la calle o compañeros en la oficina, se nos subía el tono al cantar o un quiebre de rodillas al bailar, tarareando alguna de las canciones que esperábamos ver en vivo el pasado 1 de junio en Selina, un hostel lleno de arte ubicado en La Candelaria, corazón de la capital Colombiana.

La bici, el Transmilenio, el cebollero o el auto nos fueron testigos y pista mientras calentábamos motores para lo que sabíamos, se nos venía pierna arriba. El frío capitalino agradecía el sabor que le pone a nuestras caderas congeladas el swing de Rap Bang Club, crea usted bailar o lo dude, no necesita fe para sentir que la sangre se vuelve música y el alma de las células comienza a despertarse con los cuadros que proponen en sus letras este par; obedece entonces el cuerpo como si se estuvieran poniendo sobre la mesa los ingredientes para una receta que traemos en el ADN, balances de lado a lado, alternando derecha e izquierda entre hombros y pies, las manos hacia al frente mientras intentamos seguir la velocidad de las letras, nos movemos sintiéndonos expertos MC’s.

A ellos llegué por Simona Sánchez, un día de oficina con anhelos de buscar conectarme con lo que pasa aquí, cerca, en vez de estar fantaseando con lo que no está, así con la gente y las culturas –dato irrelevante de mi-, sintonicé con mucha ignorancia y poca fe por las emisoras, una de las que son bandera y han sido plataforma para agrupaciones y solistas locales; sonaba “No somos nada” un featuring con Nanpa Básico que tuvo su primer millón de visitas en Youtube en abril del 2018, un beat sin afán maridado con versos sinceros, ponían en letras la cruda realidad de la escena, la apuesta por creer en lo que uno tiene sin necesidad de opacar al otro para brillar.

Con el alma en la voz se presentaban con frases como “8 julios en este rubro plantando surcos…siendo la aguja en paja” los contrastes de las voces, las pausas de las letras que dejaban a merced de sí misma la melodía, la colaboración del paisa invitado que versaba “ni poco ni tanto, ni malo ni santo” me parecía que se reconciliaban mi instinto de bailarme hasta un comercial, tan sincero como la sed de mi cerebro por letras que alimenten, reten y cuestionen – claro, disfruto también la ligereza de algún perreo, lo alto no se sostiene sin lo bajo, para mí-.

Fueron de esos amores a primera oída, agradecí haber nacido en esta época digital por el aquí y ahora de mi mente llena de afanes, tenían cundidas las plataformas digitales, producciones audiovisuales y gráficas además de cuidadas, poderosísimas, las rimas ahora tenían los colores que me habían pintado mientras solo las oía; para hacer corto el cuento, el resto de jornada oí a este par relatarme la vida en rolas de 3 a 5 minutos como “Amor sin condición”, “Bla Bla Bla”, “Algo sobrenatural” y sentirme tan querida por perfectos desconocidos, no por el fantasear con las escenas pintadas, sino por la sinceridad y la esperanza de sus letras; el botón de repetir tenía un nuevo objeto de obsesión y el atardecer capitalino sobre mi bici no pudo tener una mejor banda sonora de vuelta a casa.

Los culpables se identifican como Daniel Acosta y Karin Livinstong, quienes con todo gusto aceptan la sentencia, -espero-, Pezcatore tiene ese saborsito del que algunos rolos nos jactamos, que puede ser explicado quizá por los híbridos regionales de nuestros padres, y Karin B imprime sus raíces sanandresanas y del pacífico en el flow de su puesta en escena, un productor y un comunicador social que siguen siendo camaradas engranados deliciosamente en tarima, miran a los ojos a su público, preparan momentos donde guardan silencio para oírlos cantar, saltan, brindan, y nos hacen saber una y otra vez que como nosotros, no pueden creer lo que juntos estamos creando.

Estábamos en un lugar tan acogedor que sentíamos que nos cantaban al oído como dice una de sus canciones, Pezcatore anunció “Sube el fuego” -¿a eso vinimos si o qué?- una invitación que encontró reciprocidad en cada alma, las manos se alzaban, los ojos se cerraban y las frecuencias de luces y sonidos pintaban sobre nosotros, aún los extranjeros que se atiborraban en los balcones superiores fuera de sus habitaciones preguntaban quiénes eran este par, nuevos follow asegurados y play a los audios de esta dupla que cerraba cantando “gracias por levantar las manos”.

Karin B. se abría paso anunciando que exactamente 3 años atrás, habían celebrado el primer “One Take Show” así que esta no sería cualquier noche, no era una promesa, ponía en palabras lo que nos estaba pasando, “no voy a decir nada” pronunciaba mientras cruzaba los brazos y volvía la vista al DJ como dejándole caer todo el peso y de repente boom, el beat de “Sigue bailando”, miraba como un niño mira a su mejor amigo cuando busca complicidad para una picardía, como para que le dijera que sí, que estaba pasando, que era real y además era suyo. Aquí debo parar porque se me hizo agua el corazón al recordar esa imagen que para fortuna de mi mente frágil quedó grabada en mi celular.

Tomo aire e intento seguir.

Nos invadió el beat de “Mi mujer”, Pezcatore no tenía compasión con los minutos, siempre pierdo la cuenta de cuántas palabras le caben en un verso y le aguantan una tomada de aire, el brazo que traía enyesado desde el fin del codo hasta el pulgar quería escapársele y con el brazo izquierdo iba dibujando cada escena que relataba haciendo literal esa partesita que dice “Maldita sea si amo verte lento aunque vaya de prisa”, y qué tal el instante en que invitaron a “La Reina” a subir a tarima, Delfina Dib había llegado temprano y por la puerta de los mortales, se había escabullido entre la gente y llegado al master camuflada tras unas plantas, su rostro  que había intentado disimular con una gorra, fue revelado en el escenario y la argentina con un amor ardiente por Colombia saludaba al público que gritaba sin creer la sorpresa, “Mi cuerpo, mi templo, es lo único momento… afuera lo malo, lo bueno adentro” fragmentos de una colaboración para el EP Venus 2018, y es que pocas veces uno puede bailar con tanta intensidad y a la vez sentir que va sanando las heridas que son invisibles al outfit elegido para la noche, es un ritual con uno mismo.

No era que no hubieran tenido otros escenarios u otro público, un par de meses atrás estuvieron ante cientos en la última versión del Festival Estéreo Picnic, uno de los festivales más importantes de Latinoamérica que tiene lugar en Bogotá y celebró su décima edición, sin embargo, se sorprenden siempre, creen como la primera vez, ante uno y ante miles por igual.

Sentíamos que el aire del lugar nos era insuficiente, ya teníamos el Rap, éramos el Club, pero nos faltaba el Bang, entonces Hi-Kymon soltó el beat de “parla pura”, su último sencillo que cuenta con 166, 307 reproducciones en Spotify, y duplica el número en reproducciones de su video oficial en Youtube en tan solo 2 meses. Apostaría que la mayoría guardó sus celulares, las parejas volvieron a verse, las pieles a tocarse, besos y versos volaban por el lugar, la atmósfera llegó a su tope, quemaron la casa, y no estaban solos, éramos uno.

No me pidan exactitud, ni siquiera sobriedad, quizá ni las cantaron, se me borraron los límites de la fantasía y lo que la logística de la ciudad nos permitió tener de ellos, con una seña Karin B. supo que era la hora de terminar, “Selina, ustedes…”, olvidé la literalidad de lo que dijo, pero jamás quiero olvidar estas 5 frases:

 

  1. “Bogotá es una chimba”: Uno de los cerebros del evento cerró diciendo, tomó el micrófono agradeció la acogida, el SOLD OUT, el amor; seguro desde arriba vio los ojos negros, cabellos rizados o lisos, los colores y los orígenes encendidos en el lenguaje universal de la música que creaban un todo, y esto queridos, está pasándonos aquí, en la mamasita Bacatá, pero a veces las cosas que pasan tan cerca se pierden en el ruido y se vuelven paisaje.
  2. “Nosotros hemos estado abiertos, por eso aquí hay gente de varias edades, varios oficios, y todos podemos disfrutar de la música”. Pezcatore en uno de los intermedios de segundos que nos dábamos para recuperar el aire, y si, son tan honestos que hacen logran conectar aun con los que los escuchan por primera vez, haciéndolos sentir como en casa.
  3. “Era de esos momentos en que está todo, no falta nada” me dijo Delfina cuando logré convencerla de recibir una pola a mi cuenta. No le gusta la cerveza negra -“prefiero la rubia”- pronunció y mi corazón se rompía. Pero así es, amar{y ya}; con lo que han hecho sus letras por mí, yo le perdono todo.
  4. “Puta madre” la expresión de una de las almas de dios que estaba tras bambalinas haciendo que todo lo vivido fuera posible, esos cupidos entre el artista y los que vamos a gozar. Llevaba como 5 cervezas en cada mano y como no había maletero yo llevaba mi chaqueta y equipo a cuestas, así que al pasar cada una en dirección opuesta de la otra, hice caer una de las cervezas. ¡Lo siento!
  5. “Pasaporte”, gritó uno de los creyentes, nos la quedan debiendo señores Rap Bang Club, ojalá en una fiesta donde haya más espacio para bailar, y versar juntos “Pa’soñar tú tienes el pasaporte. Pa’cambiar tú tienes el pasaporte. Pa’gozar tú tienes el pasaporte”. Si no es mucho atrevimiento, yo agregaría cualquier verso de “Bla bla bla” para la próxima fecha en que nos demos cita.

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